miércoles, 6 de enero de 2010

Cadaver

Había amado tanto,  que después de amar a una ella,  amó a todas las mujeres hasta llegar a amar el amor. Los nombres propios habían desaparecido de su camino, ya no buscaba el abrazo o el beso de una amada, lo único que quería era sentir el amor y hundirse en él. ¿Pero cómo iba a poder encontrar el amor si lo buscaba siempre en planos trascendentales y no en terrenos momentáneos?
Amar se había convertido para él en un proceso tan racional, que resplandecía en destellos de misticismo. Había matado a Eros pero una vez muerto el dios del amor, en vez de disecar el cadáver para tener siempre presente su asesinato, lo había diseccionado hasta confundirlo y así (sin cuerpo no hay delito), el dios simplemente se había convertido doblemente en dios.

Buscaba un abstracto, buscaba al amor en la nada. Buscaba la posibilidad de ser del amor en la nada, su decantación más pura, las condiciones de posibilidad de la esencia del amor; por eso no podía detenerse a reconocer, en unos ojos bellos, a una mujer en particular. Cada rasgo, cada elemento bello que pudiera encontrar en una mujer era un acercamiento más a la quintaesencia de la gran idea de lo hermoso. Caminaba con los ojos puestos en el mundo buscando todas las piezas que proyectaba su amor abstracto, tratando de recogerlas una a una y así poder recrearlo.

Aunque esa había sido su búsqueda desde siempre, al principio creía que lo abstracto sólo se encontraba en lo concreto, que no habían más mundos y mucho menos que pudiera existir algo como una nada protoeidética. Pero al fallar su búsqueda, esas explosiones causadas por sus decepciones fueron separando la unidad, lo concreto y lo abstracto se separaron y la nada, por su peso, se fue al fondo.

Sin embargo sigue habiendo una mujer ante cuya presencia el todo vuelve a existir y Eros resucita en cuerpo y alma. Unos ojos y un cabello que le atrapan y le muestran que las gotas más puras de amor los forman pero, que sin sus formas esas gotas sólo serían líquido nauseabundo, líquido caótico. Una mujer que guarda en sí misma la unión. Una mujer que le hace ver el mundo en su totalidad; sólo que esa mujer desconoce el efecto que tiene sobre él y él es incapaz de hacérselo saber porque ella es el único refugio que tiene para no caer en el caldo protoeidético de la nada. Porque si bien, una palabra salida de esos bellos labios es capaz de reconstruir un mundo dividido, también una palabra sería capaz de separar sus partes irreconciliablemente; además, sin importar qué llegara a pasar se encontraría él con el fin de su búsqueda, con el fin de su destino. Por eso, prefiere saber que el amor buscado está ahí, pero no encontrarlo.

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